RELATO - UNA VISITA MUY LEJANA
UNA VISITA MUY LEJANA es un relato corto, de unas seis folios presentado a un concurso en 2022.
Para este relato, disponía de tan solo 48 horas para hacerlo y debía contener una de las dos frases sugeridas dentro del texto.
La frase era: «Aquellas 48 palabras conmocionaron al mundo»

UNA VISITA MUY LEJANA
Demasiada gente en los pasillos. Era un ir y venir de numerosas personas que necesitaban hacer llegar un mensaje de un lado a otro. La bomba mediática había estallado y nada volvería a ser igual.
Periodistas, secretarias, colaboradores, políticos, militares y algún que otro civil chocaban mientras caminaban a paso acelerado sin importarles toparse con alguien de frente y poder chocar. Choque que podría producirte un corte en la ceja si su cara chocaba de forma violenta con la cabeza de otro chico. O, al menos, eso es lo que le pasó a Carolina.
—Perdona, ¿estás bien? —se interesó Néstor, viendo como aquel cuerpo frágil y delgado caía hacia atrás mientras se echaba mano a la cara.
—¿Bien? ¿A ti que te parece pedazo de inútil? —dijo mientras lo miraba desde el suelo—. Me has hecho sangre. ¡Maldito niñato!
—Lo siento, perdona, déjame que te ayude.
—¡No me toques! ¡Vete! ¡Desaparece de mi vista! —la joven no podía reprimir la rabia al ver unas pequeñas gotas de sangre en sus dedos tras frotarse la parte superior de su ojo derecho.
Aún preocupado, retrocedió unos pasos sin perderla de vista. Estaba desbordado tras solo dos meses trabajando en su puesto actual, y la cosa no paraba de empeorar. Decidió hacerle caso del todo, girar y dirigirse hacia la escalera, subir dos pisos y traer, aunque fuera arrastras, al coronel Méndez, tal y como le habían pedido que hiciera.
En un día normal, una chica joven, rubia, delgada, con una blusa blanca manchada de sangre y una gran brecha que seguro necesitaría varios puntos de sutura, habría sido el centro de atención en aquella concurrida sala de reuniones. Pero hoy no era un día cualquiera. Era un día que marcaría un antes y un después y ni siquiera el señor Mateo, su jefe directo, reparó en ella.
—¿Dónde narices estabas? Necesito que contactes con Morris. ¡Ya!
Pero Morris no contestaba al teléfono. Al mejor científico de la época le ensombrecía sus deseos de fiesta, baile, desenfreno y bebida. Eran poco más de las doce del mediodía, por lo que seguramente estaría durmiendo, con el móvil apagado. Su casa quedaba bastante lejos como para ir con la intención de echar la puerta abajo. Carolina pensó en un plan B. Pensó en Katia, la mujer de la limpieza que, aunque pretendan llevarlo en secreto por estar ella casada, todo el mundo sabía que se veían a escondidas en un motel de la ciudad. Intentó llamarla, pero tampoco tuvo éxito en su empeño.
—¡Detectamos movimiento!
Todos se callaron y desviaron la mirada hacia la ventana. La nave espacial seguía flotando a cuatro metros del suelo, pero sus luces se estaban apagando. En el centro, lo que parecía ser el motor principal, también presentaba cambios. El color naranja y abundante de lo que creían ser fuego, se volvía de un color azulado, y con un haz de luz bastante más fino.
Nadie había detectado su presencia. Ni en el espacio exterior ni ya en la tierra. ¿Tecnología avanzada o fallo humano? Los mejores expertos defendían la teoría de una inteligencia muy superior con una tecnología años luz por delante de la nuestra. De lo contrario, nadie se explicaba como aquella nave, de aproximadamente, ciento cincuenta metros de diámetro, podría haberse posado plácidamente en el jardín.
Pasadas ya casi veinticuatro horas, poco o nada se sabía de aquellos misteriosos visitantes. Lo que más preocupaba, eran sus intenciones. ¿Qué ocurriría si atacaban? ¿Tendrían forma de contrarrestar un posible ataque directo? ¿Estábamos preparados para entrar en guerra con ellos?
—Señor Cooper, el coronel Méndez, ha llegado —informó Néstor, dirigiéndose al señor Florián, que muy a su pesar, había quedado como cabeza visible y que dependía directamente de las órdenes que le daban más de siete países distintos.
—Gracias Néstor. Pregúntale si los cazas siguen sobrevolando el espacio aéreo respetando la distancia de seguridad que le comenté.
—A eso le puedo responder yo, señor. —afirmó conociendo dicha información por haber sido él quien la había escrito y enviado —. Siguen sobrevolando alto en una circunferencia de entre veinte y treinta kilómetros de nuestra posición.
—Excelente. Dile que estén preparados. Se detecta movimiento.
Quería girarse rápido y obedecer de inmediato. Pero costaba mucho. Sus ojos se desviaban, como todos, hacia la ventana. A pesar de haber visto numerosas películas de ciencia ficción, la realidad siempre superará la ficción. La luz, el tamaño, el ruido. Toda una mezcla que hacía que todos llevasen casi un día con los pelos de punta.
Cuando por fin dejó de mirar el platillo, buscó rápidamente al coronel. Lo encontró en el otro lado de la sala, al lado de una fuente de agua que llevaba horas vacía sin que nadie la cambiase por una llena. Dio varios pasos decididos hacia él, pero al ponerse a su altura, este le pidió que esperase alzando un dedo, reclamándole silencio mientras atendía una llamada telefónica.
—¿Qué haces aquí? —la voz, inquieta y temblorosa, provenía de su derecha. Era ella. La chica rubia con la que tropezó en el pasillo.
—Me pidieron que trajera al coronel lo antes posible. Siento mucho el golpe que te di y lamento profundamente haberte hecho daño. Ruego aceptes mis disculpas, ya sea ahora o cuando toda esta locura pase —dijo de carrerilla, sin darse cuenta de que sus palabras salían a tal velocidad que parecía sin duda un texto ensayado.
—Me has hecho daño. Por tu culpa…
No pudo acabar su frase. El revuelo en aquella gran sala fue demoledor. Todos miraban hacia la ventana, viendo como una trampilla metálica descendía con suavidad. Pese a la distancia, todos vieron que alguien estaba saliendo de la nave. No conseguían ver su forma exacta, pero quedaba claro que estaban estableciendo contacto.
Los nervios iban en aumento. Estar allí, en aquel momento, era tener un nerviosismo muy alto. Se erizaba la piel ante lo que sus ojos presenciaban. La mano derecha de Carolina fue a buscar, instintivamente, la izquierda de Néstor. Se conocían tan solo de unos pocos minutos, pero poco importaba.
—¡Voy a salir! —El señor Florián exclamó con rotundidad, pese a que en su voz entrecortada reflejaba sus nervios.
El cuerpo extraterrestre se acercó poco a poco. Parecía un montón de gelatina líquida y a la vez viscosa que se trasladaba lentamente, mientras parecía cambiar de forma con cada metro que avanzaba.
Al llegar a medio camino entre la nave y el edificio principal, ya parecía un ser humano real, mutándose lo suficiente como para poder establecer contacto, adquiriendo una forma completamente idéntica a la del señor Florián, que creyó estar viéndose en el espejo.
—Hola, bienvenido a nuestro planeta —fueron las primeras y torpes palabras que pasarían a la posteridad como la gran frase que el ser humano utilizó con un ser de otro planeta.
Esa réplica suya, perfectamente moldeada a cada paso que daba, conformaba una identidad hueca. Parecía carente de sentimientos, pareciéndose más a una máquina que a un ser vivo. Aun así, movió la cabeza, observando a todas aquellas personas que le miraban a distancia con sorpresa, miedo y admiración. Fue entonces cuando pronunció unas palabras.
—Viento, esperar, nube, inglés, modelo, ojo, suero, eslabón, neutro, piedra, ámbar, zona, yedra, diamante, esmeralda, sitio, alma, rosa, milenio, actual, dedo, olfato, siete, queso, uranio, especial, risa, estrecho, mirar, observar, sidra, sano, estirar, rubia, viernes, usted, equilibrio, sanar, trabajo, rinoceronte, octubre, suave, amistad, mentir, igual, gato, oscuro, sonrisa.
Dos cámaras retransmitieron ese momento en directo para todo el mundo. En un perfecto castellano, todos los presentes tomaron nota rápidamente, tanto en papel como usando el teclado de sus ordenadores. Introduciendo unas palabras que actualmente carecían de significado. Un mensaje por descifrar y averiguar que intentaba decir aquel ser.
—¡Ha utilizado muchos verbos de la primera conjugación!
—¿Cuántos números ha dicho?
—¿Por qué ha dicho uranio? ¿Quiere nuestra energía nuclear?
—¿Qué ocurrirá el próximo viernes?
Aquellas 48 palabras conmocionaron al mundo. Nadie conocía su significado, produciendo miedo y curiosidad con tal de descifrar aquella secuencia. Carolina y Néstor seguían con sus manos unidas, mientras repetían en voz baja algunas de aquellas palabras, intentando buscar una conexión difícil de encajar.
Fue entonces cuando los ojos azules de la joven se abrieron e se iluminaron. Miró a Néstor, sin soltarle la mano, mientras se dirigía a él creyendo haber descubierto algo.
— ¡Mi padre es militar!
—¿Y qué tiene que ver tu padre con todo esto? —preguntó Néstor intrigado.
—Mi padre es militar —repitió más calmada, pensativa—. De niña siempre jugábamos con el alfabeto. Alfa, beta, charlie, delta, eco. ¿Sabes qué son?
—Sí, sí, claro que lo sé, pero…
—¿Y si son letras? —primero lo dijo en voz baja, para dar lugar a una segunda vez, en la que su voz reclamaba urgentemente que le prestaran atención—. ¿Y si son letras? ¡Oíd! ¿Y si son letras?
—¡Lo tiene! ¡Lo tiene! —Néstor captó la atención de todos con un grito potente que provocó que todos parasen de hacer lo que estaban haciendo.
—Son letras, estoy segura —se sentó al lado de un analista, mientras le robaba apresuradamente un papel y un rotulador negro que tenía en la mano —. Viento comienza por V, Esperar por la letra E, Nube sería una N, ¿qué viene luego?
—La M sería modelo, la O correspondería a ojo…—El analista respondió rápidamente, emocionado tras ver como aquella teoría tenía mucho sentido.
—¡Mirad! ¡Lo tengo! ¡Lo he descifrado!
Todos se agolparon detrás de Carolina, viendo el papel que acababa de escribir y que mostraba un texto que hizo emocionar a los asistentes.
VENIMOS EN PAZ Y DESARMADOS QUEREMOS SER VUESTROS AMIGOS